Mujeres taoístas que intentan alcanzar la inmortalidad espiritual practicando felaciones. No es el argumento de una película porno, es la filosofía de una sociedad secreta que, según muchos, todavía existe.
El universo de las filosofías que contemplan el sexo como algo más que una forma de reproducción de la especie o de placer personal está lleno de asombrosas teorías, doctrinas y curiosos personajes y seguidores.
Si hubiera que escoger alguna de ellas por su originalidad y misticismo habría que hablar de las tigresas blancas, sociedad secreta taoísta compuesta exclusivamente por mujeres, cuyo principal finalidad es recobrar su juventud y conseguir la iluminación a través del sexo.
Si hubiera que escoger alguna de ellas por su originalidad y misticismo habría que hablar de las tigresas blancas, sociedad secreta taoísta compuesta exclusivamente por mujeres, cuyo principal finalidad es recobrar su juventud y conseguir la iluminación a través del sexo.
Existe todo un protocolo para convertirse en tigresa blanca y la principal actividad es alcanzar el mayor número de felaciones posibles, ya que sería una manera rápida y eficaz de absorber la energía sexual masculina.
Su nombre hace referencia al tigre, el símbolo de la mujer y del yin. Las hembras de esta especie requieren copular más de cien veces para lograr quedar preñadas, debido a que necesitan una cantidad superior de esperma respecto a los otros animales, por eso se dice que tienen una gran capacidad de seducción, ya que deben atraer a muchos machos.
Su color blanco las distingue por ser poco comunes, nada convencionales y solitarias, como las integrantes de este colectivo.
La leyenda afirma que si se siguen los métodos de este grupo, una mujer logra rejuvenecer entre cinco a quince años. Este colectivo rehúsa métodos como cirugía estética, usando sólo métodos naturales para mantenerse joven. Sus prácticas tratan de imitar el comportamiento sexual de las adolescentes, ya que el sexo debe tener esa parte lúdica de la primera juventud, cuando hay una excitación y exploración sin límites.
Convertirse en una tigresa blanca es un proceso laborioso que requiere de nueve años, repartidos en tres periodos. El primero, llamado de restauración, intenta retrasar el envejecimiento. Los otros dos periodos: de conservación y refinamiento, se dedicarán a acumular el chi (energía vital) y a refinar el shen (espíritu y conciencia), respectivamente.
La tigresa blanca es un ser solitario y no tiene pareja estable. Dispone de amantes con los que se ve, única y exclusivamente, para practicar el sexo, llamados dragones verdes. Antiguamente, la mayor parte de las tigresas no trabajaban y se buscaban un mecenas que pudiese mantenerlas durante el tiempo que durara su práctica, a esta figura se la conoce como Dragón de Jade y también se beneficia de los avances y conocimientos de la tigresa. Estos dos personajes no suelen vivir juntos y, si lo hacen, sólo mantendrían relaciones sexuales una vez por semana. El Dragón de Jade observa sin ser visto, las felaciones de su tigresa pero no puede masturbarse ni eyacular.
hay todo un reglamento que define detalladamente como debe ser la relación entre una tigresa y un dragón de jade. Como dice Hsi Lai, “según la tradición popular china, el tigre es el animal más dominante de la tierra. Su homólogo, el dragón, es considerado el animal más dominante del cielo. En sentido metafórico, siempre están luchando entre sí, intentando dominarse el uno al otro. Cuando sin embargo se unen y entremezclan en un éxtasis lleno de dicha, alcanzan la armonía suprema”.
El líquido seminal, llamado también lágrimas de dragón por los taoístas, se cree que ayuda a la mujer a recuperar su juventud y vitalidad. Sin embardo, las tigresas nunca se lo tragan, sino que lo esparcen por la cara y los pechos como una mascarilla de belleza.
La promiscuidad de las tigresas se explica también en el manual anterior, en la siguiente sentencia, “Un encuentro furtivo, clandestino y apasionado con un extraño fuera del hogar reporta más beneficios que hacerlo cien veces tranquila y relajadamente en casa con la pareja”. Evidentemente, si lo que se busca es la excitación, la aventura y el juego, variar de amante resultará esencial para este propósito.
Conseguir dragones verdes, es una de sus principales tareas, realizándolo a su juicio usando dos armas infalibles para tal fin: la sumisión y el exhibicionismo. Claro que la primera cualidad hay que entenderla al modo oriental –me hago la complaciente, aunque en el fondo soy yo quien lleva las riendas– y no a la manera occidental –soy tu esclava y no pinto nada–.
La otra herramienta para conseguir dragones verdes es el exhibicionismo, y en esto las tigresas son grandes maestras, eligiendo ropa provocativa y aprovechando cualquier circunstancia para activar el deseo. Físicamente casi todas comparten, o al menos compartían antiguamente, ciertos rasgos: una melena infinita que no pueden cortar, labios rojos y carnosos, uñas largas y pintadas, pubis afeitado y cintura muy estrecha.
Aunque la felación es la actividad sexual más productiva para estas mujeres, no rechazan otras, que practican, eso sí, en contadas ocasiones como el sexo anal, en grupo (en el que solo puede haber una mujer) y los azotes en las nalgas, “porque despiertan y reavivan las terminaciones nerviosas que hay en los glúteos” según Lai.
A lo largo de la historia las tigresas blancas han sido despreciada por casi todas las ideologías. El taoísmo más moralistas las llamó prostitutas. El confucionismo más patriarcal las consideró como medios para conceder hijos varones a los hombres. Este rechazo general fue lo que provocó el enorme secretismo de esta organización y la simpatía, que muchos le profesamos.
Su nombre hace referencia al tigre, el símbolo de la mujer y del yin. Las hembras de esta especie requieren copular más de cien veces para lograr quedar preñadas, debido a que necesitan una cantidad superior de esperma respecto a los otros animales, por eso se dice que tienen una gran capacidad de seducción, ya que deben atraer a muchos machos.
Su color blanco las distingue por ser poco comunes, nada convencionales y solitarias, como las integrantes de este colectivo.
La leyenda afirma que si se siguen los métodos de este grupo, una mujer logra rejuvenecer entre cinco a quince años. Este colectivo rehúsa métodos como cirugía estética, usando sólo métodos naturales para mantenerse joven. Sus prácticas tratan de imitar el comportamiento sexual de las adolescentes, ya que el sexo debe tener esa parte lúdica de la primera juventud, cuando hay una excitación y exploración sin límites.
Convertirse en una tigresa blanca es un proceso laborioso que requiere de nueve años, repartidos en tres periodos. El primero, llamado de restauración, intenta retrasar el envejecimiento. Los otros dos periodos: de conservación y refinamiento, se dedicarán a acumular el chi (energía vital) y a refinar el shen (espíritu y conciencia), respectivamente.
La tigresa blanca es un ser solitario y no tiene pareja estable. Dispone de amantes con los que se ve, única y exclusivamente, para practicar el sexo, llamados dragones verdes. Antiguamente, la mayor parte de las tigresas no trabajaban y se buscaban un mecenas que pudiese mantenerlas durante el tiempo que durara su práctica, a esta figura se la conoce como Dragón de Jade y también se beneficia de los avances y conocimientos de la tigresa. Estos dos personajes no suelen vivir juntos y, si lo hacen, sólo mantendrían relaciones sexuales una vez por semana. El Dragón de Jade observa sin ser visto, las felaciones de su tigresa pero no puede masturbarse ni eyacular.
El líquido seminal, llamado también lágrimas de dragón por los taoístas, se cree que ayuda a la mujer a recuperar su juventud y vitalidad. Sin embardo, las tigresas nunca se lo tragan, sino que lo esparcen por la cara y los pechos como una mascarilla de belleza.
La promiscuidad de las tigresas se explica también en el manual anterior, en la siguiente sentencia, “Un encuentro furtivo, clandestino y apasionado con un extraño fuera del hogar reporta más beneficios que hacerlo cien veces tranquila y relajadamente en casa con la pareja”. Evidentemente, si lo que se busca es la excitación, la aventura y el juego, variar de amante resultará esencial para este propósito.
Conseguir dragones verdes, es una de sus principales tareas, realizándolo a su juicio usando dos armas infalibles para tal fin: la sumisión y el exhibicionismo. Claro que la primera cualidad hay que entenderla al modo oriental –me hago la complaciente, aunque en el fondo soy yo quien lleva las riendas– y no a la manera occidental –soy tu esclava y no pinto nada–.
La otra herramienta para conseguir dragones verdes es el exhibicionismo, y en esto las tigresas son grandes maestras, eligiendo ropa provocativa y aprovechando cualquier circunstancia para activar el deseo. Físicamente casi todas comparten, o al menos compartían antiguamente, ciertos rasgos: una melena infinita que no pueden cortar, labios rojos y carnosos, uñas largas y pintadas, pubis afeitado y cintura muy estrecha.
Aunque la felación es la actividad sexual más productiva para estas mujeres, no rechazan otras, que practican, eso sí, en contadas ocasiones como el sexo anal, en grupo (en el que solo puede haber una mujer) y los azotes en las nalgas, “porque despiertan y reavivan las terminaciones nerviosas que hay en los glúteos” según Lai.
A lo largo de la historia las tigresas blancas han sido despreciada por casi todas las ideologías. El taoísmo más moralistas las llamó prostitutas. El confucionismo más patriarcal las consideró como medios para conceder hijos varones a los hombres. Este rechazo general fue lo que provocó el enorme secretismo de esta organización y la simpatía, que muchos le profesamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario